jueves, 14 de abril de 2011

Capítulo 3


Agosto 2010
Había pasado dos días desde la mañana en que Gala pasó por delante de la casa de Pablo y su abuela. Desde entonces, no había podido dejar de pensar en el verano del 2001, y toda esa situación la hacía sentir como una mujer inmadura, incapaz de dejar atrás recuerdos de adolescente que ya no tenían ningún sentido. ¿Qué ganaba poniéndose melancólica? Nada, absolutamente nada.
Gala había vuelto a salir a correr y estaba dándose una ducha. No debía demorarse demasiado pues en media hora llegarían Eduardo y Carla, su amigo gay y su amiga de toda la vida con la que compartía piso en Barcelona. El planning era el siguiente: ir a la playa a tomar el sol –o a observar el paisaje, como le gustaba decir a Eduardo-, ir a comer a algún restaurante cercano a la playa y pasar la tarde en alguna terraza tomándose algún cóctel.
Carla y Eduardo llegaron a la hora prevista alegres y preparados para un día de relax y cotilleos. Gala los recibió vestida con un vestido túnica semitransparente de color beige que dejaba ver su nuevo trikini negro. Llevaba su melena ondulada y de color castaño recogida en una trenza que caía por encima de su hombro derecho, y sobre su cabeza llevaba unas gafas de Carolina Herrera a modo de diadema. No se debía descuidar el aspecto ni para ir a la playa, y esto era algo que Carla y Eduardo también sabían. Él llevaba un bañador tipo bermuda con un estampado de color rojo y blanco y una camiseta blanca sin mangas que le permitía lucir los bíceps y pectorales que tanto trabajaba en el gimnasio para la temporada de verano. Gala no entendía por qué su amigo se preocupaba tanto por esto cuando ya contaba con una genética más que envidiable. De hecho, Eduardo no se alejaba demasiado de los modelos que llenan los anuncios de las revistas de moda. Además, sus facciones resultaban muy masculinas al tener la mandíbula prominente y cuadrada. Carla era más parecida a Gala en el sentido de que ambas eran el tipo de mujer que, sin ser despampanantes, sabían sacarse partido con un buen atuendo, el pelo cuidado y un poco de maquillaje. Carla tenía el pelo liso, de color castaño oscuro y cortado a la altura de los hombros. Aquella mañana llevaba unos shorts tejanos y una camisa ancha naranja a medio abrochar y sujetada con un fino cinturón beige. Debajo de ella se veía ligeramente su bikini blanco que contrastaba con el moreno de su piel.
–¿Listos para un día de playa? –preguntó Gala alegremente al recibirles en la puerta.
–¡Listos para avistar hombres! Estoy en “modo depredador on–exclamó Eduardo tras lo cual las dos chicas no pudieron reprimir una sonora carcajada.
Una vez en la playa, los tres se estiraron a tomar el sol en sus respectivas toallas. Al cabo de unos minutos, el calor empezó a resultar sofocante, así que se metieron un poco en el agua para refrescarse. De vuelta a la arena Eduardo, que no había dejado de estar ojo avizor tras sus gafas de sol, comentó decepcionado:
–Chicas, lamento comunicaros que esta temporada el mercado está francamente mal.
–Totalmente de acuerdo –asintió Gala.
–No te quejes, -la reprendió Carla –ese tal Marc, el del departamento de marketing con el que has salido un par de veces, no está del todo mal.
–Muy cierto –contestó Eduardo con convicción. Gala lo miró preguntándose cómo sabía su amigo de la apariencia de Marc si no lo conocía y tampoco le había enseñado ninguna foto. Él, como si fuera capaz de leer la mente de Gala, respondió –Vi su perfil en Facebook, Carla me dijo su nombre y lo busqué. Pero vayamos a lo importante ¿cómo te va con él?
–Bueno... sinceramente no lo sé. Hace una semana quedé con él para tomar unas copas, lo pasamos bien pero –vio la cara de sus dos amigos y supo al instante qué se estaban preguntando –no, no pasó nada.
–Todavía –dijo Carla maliciosamente.
–No os adelantéis, aún no sé si me gusta. A ver, es atractivo e incluso podríamos decir que resulta interesante, pero por el momento nos estamos conociendo. Os mantendré informados.
Cuando se acercó la hora de comer volvieron al piso de los padres de Gala. Éstos habían ido a pasar el día a Tarragona, por lo que no estaban en casa. Los tres amigos se dieron una ducha para quitarse la sal y la fina arena propia de la costa del Garraf. Se vistieron con ropas veraniegas y salieron a buscar un lugar donde comer. Eligieron el restaurante del hotel La Niña situado enfrente del paseo marítimo, allí disfrutaron de una paella marinera, un plato que encajaba a la perfección con un relajante día de playa.
–Me he acostumbrado tanto a vivir en Barcelona que casi me siento una guiri aquí –reconoció Carla. Ella y Gala habían pasado toda su vida en Sitges. Se conocieron en el colegio cuando eran muy pequeñas y desde entonces habían sido amigas. Al empezar la universidad estudiaron carreras diferentes, pero ambas buscaron un trabajo a tiempo parcial para ahorrar algo de dinero y poder buscarse un piso de alquiler e irse a vivir juntas. Lo consiguieron en el último año de universidad y desde entonces compartían piso en Barcelona.
–Yo lo que no me puedo creer es que vengáis tan poco. ¡Sitges es genial!
–Lo sabemos, Eduardo. Es tu paraíso gay particular – contestó Gala riéndose.
Eduardo era de Valencia pero se fue a vivir a Barcelona para ir a una universidad catalana. Estudió la misma carrera que Gala y se conocieron en la facultad, pero al ser un año mayor que ella iba un curso por delante. Ambos trabajaban como relaciones públicas en una agencia de comunicación, pero fue Eduardo el que consiguió primero el trabajo y más adelante recomendó a Gala cuando hubo una vacante.
Después de comer dieron un pequeño paseo por el centro hasta que se sentaron en una terraza de la Calle 1 de Mayo para tomar unos cócteles. Descansando en unos sofás de mimbre con cojines, se pusieron al día con los últimos cotilleos de la gente que conocían, así como también compartieron asuntos del trabajo o recordaron entre risas anécdotas pasadas. Llegó el turno de hablar de un anterior ligue de Eduardo, Jordi:
–Pues me lo encontré en Paseo de Gracia una tarde que quedé con mi hermana para tomar un café. Se ha puesto fondón, ¡e iba de la mano de un tío que era un horror! Me sentí tan bien… Ojalá hubierais estado ahí para disfrutar del momento conmigo. –De nuevo la teoría de que tras una ruptura hay un ganador y un perdedor. Engordarse, tener más arrugas, perder pelo o tener una pareja no tan agraciada como la anterior eran el tipo de detalles que le hacían perder puntos a uno en beneficio del otro.
–Jordi era aquel periodista de La Vanguardia con el que estuviste hace un par de años, ¿no? –Eduardo tenía tantos ligues que Gala se perdía y ya no sabía quién era quién.
–¡Oh, hablando de La Vanguardia! –exclamó de repente Carla llena de emoción. –El otro día leí un artículo en internet escrito por un tal Pablo Hidalgo, ¿no era así como se llamaba aquel chico que conociste un verano, Gala?
La cara de Gala se tensó de repente. Pablo Hidalgo, ése era su nombre. Lógicamente no era más que una coincidencia, ¿cuántos Pablo Hidalgo podrían haber en España? Muchos, seguro. Aun así, el volver a pensar en ello la hacía sentir incómoda y hablar de él más aún.
–¿No te parece una curiosa coincidencia? –insistió Carla sin reparar en la seria expresión del rostro de su amiga –Sería muy fuerte que fuera él, ¿dónde habrá ido a parar?
Eduardo no estaba seguro de saber de quién estaban hablando. Lo que sí tenía claro era que Gala no quería seguir con el tema. Se limitó a preguntar:
–¿Es aquel que nunca...?
–El mismo.

5 comentarios:

  1. aquel que nunca qué?????????? no me dejes intrigada mujer xd
    me encanta lo de: "modo depredador" xd

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  2. En el segundo capítulo la cosa parecía tirar más hacia un estilo "Juno" muy agradable, pero ahora empieza a quedar algo un poco más adulto. Se detecta cierto desvío a la comedia, así que de aquí puede salir algo muy bueno. Otra cosa buena es que se nota que no pierdes fuelle de un capítulo a otro.

    Eso sí, te voy a poner tres pequeñas pegas:

    En "... con una genética más que envidiable, de hecho, Eduardo no se...", para ayudar al ritmo de la narración, lo mejor sería poner "... más que envidiable. De hecho, Eduardo no se..." o "... más que envidiable; de hecho, Eduardo no se...".

    En "... la misma carrera que Gala, de hecho, fue allí donde se..." lo mismo que arriba. Los "sin embargo", "de hecho", "aun así", etc, marcan un cambio de frase, así que un punto y seguido o un punto y coma ayuda mucho.

    Otra cosa en la que me he fijado es en que utilizas muchos adverbios acabados en "-mente", y eso se carga un poco la musicalidad del texto.

    Como dije la otra vez: ¡Sigue así!

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  3. jajajajaja me gusta me gusta, un lector exigente y crítico. No sé si voy a ser capaz de mantenerte enganchado hasta el final, pero lo intentaré.

    Gracias por tus pegas, me ayudan a mejorar :)

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  4. Precisamente soy crítico porque el día que seas la nueva Helen Fielding, me pasaré por la FNAC y, en compensación, te pediré que me escribas un microrrelato en un post-it o una servilleta. Luego lo venderé por eBay y será mi pasaporte al todoterreno y al barrio de Salamanca.

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  5. jajajajaja hecho! y también te firmaré el libro :P

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