miércoles, 13 de abril de 2011

Capítulo 1



Agosto 2010
Correr a las ocho y media de la mañana por el paseo marítimo de Sitges era algo que Gala no hacía desde hacía mucho tiempo. Le recordaba a su adolescencia, cuando aprovechaba las vacaciones de verano para hacer un poco de ejercicio antes de ir a la playa y refrescarse en el agua del mar. Por aquella época apenas tenía preocupaciones, era libre para ir dando vueltas por el pueblo arriba y abajo, sin nada en concreto que hacer pero siempre con planes que surgían de repente y que la mantenían distraída durante todo el día. Ahora, a sus veintiséis años, Gala sentía que al fin vivía su propia vida. Se había independizado al empezar el último curso en la universidad y compartía piso en Barcelona con una amiga. Su trabajo en una agencia de relaciones públicas la mantenía muy ocupada últimamente. Apenas hacía un par de años que había empezado su carrera profesional y debía trabajar muy duro para dejar de ser la novata, ganarse la confianza de sus compañeros y empezar a desempeñar tareas que requerían mayor responsabilidad.
Sin embargo, había llegado agosto, y con él las vacaciones que Gala tanto se merecía. Había decidido ir a visitar a sus padres durante los primeros días del mes, por eso había vuelto a casa, a Sitges, el lugar donde había pasado gran parte de su vida. Al levantarse esa mañana sintió unas ganas irreprimibles de salir a correr, como solía hacer hasta unos años atrás. El volver allí le provocaba una fuerte necesidad de respirar un poco más de aquel aire con sabor a libertad y despreocupación que la habían acompañado de adolescente. Esa sensación tal vez un poco olvidada la arrastró de lleno al pasado, a un verano en el que el sol calentaba igual que esa mañana. La brisa del mar tenía el mismo olor salino, y las olas emitían la misma melodía. A Gala le sorprendió todo lo que su mente fue capaz de traer de vuelta en apenas unos pocos segundos: sentimientos de alegría e ilusión elevados a la máxima potencia, sentimientos tan intensos como sólo se pueden sentir a los diecisiete años. Todo esto no eran más que recuerdos que había mantenido enterrados durante mucho tiempo en algún lugar muy profundo de su ser, pero que esa mañana habían decidido salir a la superficie en un acto de rebeldía. El simple hecho de recordar todo aquello le pareció de lo más absurdo. No entendía como ella, una mujer adulta, podía dejarse invadir por algo que ella creía tan olvidado.
Gala sacudió con fuerza la cabeza, como si ese gesto fuera capaz de borrar sus últimos pensamientos. No fue así. Probó suerte corriendo más rápido, aumentando más y más el ritmo. Quizás si se cansaba lo suficiente el dolor de sus músculos no le permitiría pensar en otra cosa que no fuera la molestia física. Esa clase de dolor le parecía mucho más soportable a cualquier otro tipo de dolencia, como la que viene de dentro, que oprime y ahoga sin poder ser evitada.
De repente, como atraída por un imán invisible, Gala se dio cuenta de que había llegado al peor lugar en el que podía estar, precisamente en ese momento de crisis emocional absoluta. No sabía cómo demonios había llegado hasta allí, pero el caso es que se encontraba plantada delante de la gran puerta metálica de color burdeos que tanto conocía. Ésta era la entrada principal de una casa de dos plantas con un jardín no muy grande, pero lo suficiente para albergar una piscina y una pequeña terraza con una mesa y varias sillas de madera. La valla que envolvía todo el terreno era alta y estaba cubierta de setos frondosos, por lo que a Gala se le hacía un poco difícil poder ver lo que había al otro lado de ella. Nueve años atrás había pasado casi un mes entero entrando y saliendo de esa casa, tirándose a lo bruto en la piscina, tomando el sol tumbada en la hierba y disfrutando de cada segundo en el que estuvo allí. Pasado ese mes, todo acabó.
Frente a la vivienda, Gala recordó como al año siguiente había vuelto a la casa. Se lo había pensado mucho, pero finalmente había reunido el valor suficiente para hacerlo y se plantó allí delante, decidida a encontrar lo que andaba buscando. No lo encontró. Así como tampoco lo hizo al año siguiente. Ni dos años después. A partir de entonces, dejó de buscar, y no volvió a pasar por delante de la casa. Hasta hoy.
Después de unos minutos pensó que ya era suficiente. “En serio, Gala” –se reprendió a sí misma –“¿Te parece normal esta actitud melancólica sobre algo que pasó hace nueve años? ¡Pareces una cría!” Dicho esto, se alejó de la casa tan rápido como pudo, y solo cuando consideró que ya estaba suficientemente lejos, se calmó y adoptó un ritmo más lento.

2 comentarios:

  1. Bueno, ya sabes lo que opino de tu forma de escribir, así que vamos directamente al grano.

    He leído con calma este capítulo, y he visto un par de cosas que quería comentarte:

    En "... disfrutando de cada segundo en el que estuvo allí." la frase no queda demasiado coherente. Sería lo suyo sustituirlo por algo como "... disfrutando de cada segundo que pasó allí."

    En "recordó como al año siguiente", el "cómo" lleva tilde.

    En cuanto al argumento, engancha bastante, y no se sabe aún si vas a tirar por lo cómico o lo dramático, así que la historia tiene ese agradable regustillo "indie".

    Bueno, sigue así.

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  2. Creo que te tendré que pasar los capítulos para que me los corrijas antes de publicarlos!!!! jajajaja

    Gracias por comentarme los errores, ahora lo modifico.

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